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La importancia de la lectura desde la infancia

La lectura desde la infancia no es solo un pasatiempo, sino una ventana al mundo que nutre el espíritu y el intelecto de los más jóvenes. Esta etapa, que abarca desde la gestación hasta los 6 años, es crucial para el desarrollo integral del niño. Descubramos juntos por qué es tan esencial fomentar el hábito lector desde los primeros años de vida.

La lectura desde la infancia y sus primeras etapas

La primera infancia es considerada como “la etapa del ciclo vital que comprende el desarrollo de los niños desde su gestación hasta los 6 años de vida” Castañeda y Mina (2006) (p. 33). 

Desde el momento en que un infante descubre el mundo que le rodea, inicia una travesía de conocimientos sin igual. La etapa infantil es rica en posibilidades y, dentro de ella, los libros se presentan como un medio no solo de entretenimiento, sino como alimento para el intelecto y el espíritu de los más jóvenes. La literatura para niños, llena de cuentos, travesías y enseñanzas, ha sido durante mucho tiempo un canal para el aprendizaje y la imaginación. Pero, ¿qué ocurre en la mente de un niño al adentrarse en un relato? Los especialistas destacan la maleabilidad del cerebro en los primeros años, señalando a esta fase como el momento de máximo potencial en términos de maduración y desarrollo.

Esta plasticidad o maleabilidad cerebral hace referencia a la asombrosa capacidad del cerebro para adaptarse, cambiar y evolucionar en respuesta a estímulos externos. Durante los tres primeros años de vida, hay un crecimiento acelerado de las células cerebrales y una proliferación de conexiones neuronales, todo ello influenciado por el ambiente y las interacciones que el niño experimenta. Cabe mencionar que cuando un pequeño inicia su educación formal, sus capacidades de aprendizaje ya están ampliamente influenciadas por las experiencias y estímulos recibidos durante sus primeros años. Por esto, el economista Heckman (Premio Nobel de Economía, 2000) pensaba que “no podemos permitirnos posponer la inversión en los niños hasta que sean adultos; tampoco podemos esperar a que entren a la educación primaria, un momento que pude resultar muy tarde para intervenir”.

La aparición de la lectura, entendida como una instancia que prosigue la inmersión del sujeto en un mundo simbólico que en algún momento empieza a ser dominado por la palabra, dando origen a una nueva manera de relacionarse y comprender el entorno, lo cual aparece como un reflejo de los hechos históricos y culturales que traen consigo los adultos o pares que acompañan el encuentro y significación de la realidad (Vigotsky, 1982).

Periodos en los cuales las competencias marcan su aparición de acuerdo con los diferentes momentos del desarrollo y los procesos de aprendizaje de los niños.

  1. De los 0 a los 2 años es un periodo en el cual el aprendizaje de los niños está mediado por la interacción con la familia.
  2. De los 3 a los 4 años se considera una etapa de iniciación de la socialización secundaria en la cual se empieza a generar un encuentro fuera del núcleo familiar que aporta nuevos elementos al desarrollo y a la producción de conocimiento. 
  3. Se los 4 a los 6 años en la cual los conocimientos se empiezan a impartir de un modo más estructurado, haciendo referencia al ingreso del niño a un sistema educativo, hablando específicamente del ciclo de transición anterior al primer grado escolar, en el cual aparece el encuentro directo con los aspectos formales del código escrito.

Cabe mencionar el reconocer las capacidades de los niños y las tendencias en los momentos del desarrollo, lo que no implica una homogeneidad en los sujetos; la psicología del desarrollo cognitivo ha identificado diferentes trayectorias en la construcción del conocimiento, lo que da cuenta de las particularidades y diversidad de los sujetos (MEN, Puche, Orozco, Orozco, Correa , 2009).  Destacando que el desarrollo está inscrito en una dinámica que permite la organización y reorganización del conocimiento sobre unas competencias particulares que se descubren y potencian paulatinamente.

Los estudios coinciden en que el desarrollo lingüístico y su relación con el pensamiento son moldeados por las experiencias desde la temprana infancia. Para muchos niños, las experiencias comunicativas en sus primeros años pueden determinar su éxito en la alfabetización. Adicionalmente, el crecimiento emocional es fundamental y está fuertemente influenciado por las interacciones con los adultos durante los primeros años. La relación afectiva entre un infante y su cuidador juega un papel esencial en el desarrollo del lenguaje y la comprensión del mundo. Introducir la lectura a temprana edad fortalece la comunicación y el vínculo afectivo, mejorando el bienestar emocional; dando con ella  riqueza lingüística, proporcionando así, herramientas esenciales para la comunicación, beneficiando tanto a niños como a adultos en su habilidad de interpretar y comprender su entorno.

El origen del lenguaje y la entrada al ámbito simbólico son influenciados por la relación emocional formada entre la madre y su recién nacido. Desde el primer momento de vida, la conexión entre madre e hijo sienta las bases para interactuar con el mundo y su cultura, impactando en el crecimiento emocional del infante y proporcionándole las herramientas esenciales para comprenderse a sí mismo y conectarse con otros. Surge entonces la relevancia de introducir la lectura desde temprana edad, utilizando la tradición oral y elementos culturales como literatura, música y juegos. Estos medios potencian la comunicación, imbuidos de un profundo valor emocional que refuerza lazos, enriquece y redefine las prácticas de crianza, convirtiéndose en una estrategia eficaz para el cuidado emocional. Se ha comprobado que la literatura, vista como un lenguaje en el que el individuo se encuentra inmerso, nutre emocionalmente el ser y amplía las vías de comunicación, tanto verbales como no verbales, en el núcleo familiar. Esto equipa a sus integrantes, jóvenes y adultos, con medios para pasar de un lenguaje puramente funcional a uno más interpretativo y simbólico, crucial para potenciar la creatividad y favorecer una lectura que no solo se queda en lo superficial, sino que busca llevarlos a una comprensión más profunda y significativa de los textos y el mundo. Vigotsky lo plantea de la siguiente manera “la función primaria del lenguaje es la comunicación, el intercambio social” (1982, p. 13), deduciendo que una persona interpreta el mundo a través de las palabras y conceptos surgidos de su contexto histórico y cultural. Este involucramiento permite al individuo entender y atribuir significado a los aspectos de su vida diaria. En este sentido, el lenguaje es una estructura que depende tanto de la palabra en sí como de su significado para interpretar la realidad y contribuir al proceso de comunicación.

Así, resulta esencial entender que el proceso de vinculación de una palabra a un concepto específico es una evolución gradual que plantea un desafío complejo en el niño. No es meramente relacionar una palabra con un objeto, sino que implica la construcción del significado de la palabra basado en su desarrollo histórico y su actualidad dentro de la cultura, lo que ofrece según Vigotsky una generalización que abre la puerta a la significación de los signos, símbolos y objetos presentes en la realidad. Es por eso que no se puede reducir la lectura a una alfabetización mecánica, pues esta condición confronta los deseos y expectativas del niño con las exigencias, arbitrariedades y convenciones del lenguaje escrito. El enfoque hacia la lectura debe ser rico en interacciones bien planificadas y sobre todo cargadas de afecto, que permitan descubrir mundos imaginarios con los que el niño se identifique y cultive un interés sostenido por la lectura. En este proceso, se utilizan varios signos que ayudan a descifrar los textos y sus mensajes, haciendo de la lectura un medio hacia el aprendizaje y, por ende, una herramienta para entender el mundo que nos rodea.

La identidad en el ser humano se construye y reconstruye entre otros espacios, en el proceso de reflexionar y debatir con los textos y extraer de sus contenidos elementos que orientan al niño hacia diferentes emociones y sentimientos, situación que permite abrir el camino para erigir y transformar su existencia, y por tanto el vínculo con la realidad. De esta manera, Larrosa (1996) expone que: “la aventura de la autointerpretación es interminable y conducirá a donde no estaba previsto, a la conciencia de que el yo no es sino una continúa creación, un perpetuo devenir, una permanente metamorfosis. Y esta metamorfosis tendrá su arranque y fuerza impulsadora en el proceso narrativo e interpretativo de la lectura y la escritura” (p. 482).

Por ello, la lectura en la primera infancia se debe considerar como la caja de herramientas que para algunos podrá ser la fuente principal de la construcción de una identidad, expuesta a un constante movimiento que proporciona un sentido de vida que nace a partir de la interacción y el diálogo con las palabras; de ahí se debe considerar la importancia y la pertinencia que trae consigo potenciar la competencia lectora desde el mismo nacimiento. Es preciso mencionar que son los adultos con su experiencia dentro de la cultura quienes permiten al sujeto identificar para luego comprender cada uno de los fenómenos que aparecen como novedosos en el mundo del niño; son ellos los mediadores que introducen al niño en el universo del lenguaje, buscando profundizar en el entendimiento y significado derivado de la realidad, enmarcada por criterios sociales y culturales históricamente establecidos. 

En una línea parecida, Durán (2002 a) indica:  “Para comprender la conexión entre realidad y representación, la intervención de los adultos es esencial” (p.41).

Esto implica que la interacción con otros es lo que permite al niño entender que inicialmente las ilustraciones no son la realidad, sino su representación. Por eso, se incorporan en un entorno donde lo simbólico se convierte en una parte esencial de su vida.

Del mismo modo, el adulto es el guía, presentando al niño un universo de imágenes y símbolos llenos de maravillas, emociones y sentimientos que comienzan a moldear su personalidad y visión del mundo. Por eso, es comprensible que los adultos sean inicialmente quienes interpretan y revelan el significado detrás de un signo, ya sea icónico o lingüístico. No obstante, con el tiempo, el niño desarrolla la habilidad de “reconocer”, término que Durand (1982, citado por Durán, 2002) define como esencial para interpretar la realidad y sus contenidos. Las representaciones deben reflejar los altibajos emocionales de la vida, como felicidad, ira, tristeza y miedo, ya que son estados intrínsecos al ser humano. Por eso, es crucial que desde temprana edad se familiaricen con ellos y aprendan a gestionarlos (Reyes, 1999).

“Un excelente punto de partida para la lectura son los libros con ilustraciones, acompañados de una narración que le dé el ritmo, tono y las inflexiones adecuadas a las palabras según su mensaje y significado”.

Por ende, el habla y la narrativa sirven como introducción a lo que, más adelante, se retomará con textos escritos. Es esencial que los educadores en la primera infancia introduzcan cuentos y relatos presentados de forma intrigante, promoviendo la curiosidad por la literatura. Este es un pilar fundamental para que el niño modele su vida, influenciada y dinamizada por el lenguaje, que juega un papel vital en reforzar ambientes familiares y educativos a través de la narrativa, buscando generar en los niños un sentimiento de “disfrute y placer” por la lectura (Chambers, 2007).

Basándose en Durán (2002), la lectura va más allá de leer palabras. La propuesta es que leer está vinculado con la comunicación y el entendimiento de los variados mensajes del día a día. La lectura está presente en cualquier proceso que implique información, expresión de ideas, sentimientos o eventos, destacando que no solo leemos lo escrito, sino también las expresiones humanas, signos icónicos y lingüísticos, todos cargados de significado e intencionalidad comunicativa.

Conclusión:

La lectura en la primera infancia no es solo un medio de entretenimiento, sino un poderoso instrumento para el desarrollo cognitivo, emocional y social de los niños. Desde el momento en que nacen, los niños están rodeados de un mundo simbólico y lingüístico que moldea su percepción y comprensión del entorno. Las interacciones tempranas, en particular la lectura y la narrativa, potencian la maleabilidad cerebral de los niños, permitiendo una rica formación de conexiones neuronales que influirán en su aprendizaje futuro. Además, el proceso de leer y comprender textos contribuye a la construcción de la identidad del niño, enriqueciendo su capacidad de reflexionar, interpretar y conectar con el mundo. Los adultos, especialmente aquellos en roles de cuidado y educación, tienen la crucial responsabilidad de presentar y mediar este mundo simbólico a los niños, guiándolos a través de las maravillas del lenguaje y las historias. En última instancia, potenciar la competencia lectora desde una edad temprana es esencial para proporcionar a los niños herramientas valiosas que les permitan navegar, interpretar y enriquecer su realidad a lo largo de toda su vida.

Referencias

  • Castañeda, E. y Mina, L. (2006). Programa de apoyo para lo construcción de la política pública de Colombia para la primera infancia. Bogotá: ICBF.
  • Durán, T. (2002a). Cuando leer es comprender la representación. En: Leer antes de leer. Madrid:Anaya. Pp. 39-51.
  • Durán, T. (2002b). ¿Qué es leer? En: Leer antes de leer. Madrid:Anaya. Pp 1-17.
  • Larrosa, J. (1996). Narrativa, identidad y desidentificación. En: La experiencia de la lectura. Barcelona: Editorial Laertes.
  • Mejía, D. (2010). Lectura en pañales para llegar a la escuela. En: Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 8 (2), pp. 873-883.
  • Vygotski, L. (1979) Interacción entre aprendizaje y desarrollo. En: El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Barcelona: Editorial Crítica.
  • Vigotsky, L.S. (1982). Pensamiento y palabra. En: Obras Escogidas, Tomo II. España:AprendizajeVisor.
    Reyes, Y. (2005). La lectura en la primera infancia. Bogotá:CERLALC. Reyes, Y. (2003). Lectura en la primera infancia. Cuando leer es mucho más que hacer tareas. Nuevas hojas de lectura. 3. http://www.leerenfamilia.com/escuela_articulo01_yolandareyes.html

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